Hoy, entre los árboles y viejos edificios, Bóreas, el devorador viento del Norte se cruzó en mi camino, a las siete y media, al salir de la estación de Príncipe Pío y algo más tarde.
El Viento del Norte, enamorado, encaprichado, y sin el consentimiento de los padres de la joven, decide raptarla (costumbre que tenían los dioses y semidioses de la antigüedad, a veces a petición)
El Bóreas que me encuentro, no es el viejo de cabello y barbas blancas que acostumbra, tiene en su regazo a una Oritía inerte, con las manos atadas con una soga a la espalda, con el moño a medio deshacer.
Nuestros viejos árboles deciden arropar con sus acículas a la joven princesa, en un acto de pudor y protección ante el cruel y gélido Bóreas, en mitad del frío de la mañana.